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A D. Antonio Díaz Bautista

El próximo día 28 de enero, hará un año que el profesor D. Antonio Díaz Bautista pasó a morar la casa del Padre. No tratamos de descubrir ahora sus extensas facetas como profesor de Derecho, o explendido pintor y acuarelista, o musicólogo que también lo fue.

Solo pretendemos rendir un modesto homenaje a un murciano ilustre, y para esto baste extraer de su magnífico pregón de la Semana Santa Murciana del año 1993 un soneto dedicado a La Oración en el Huerto:

Yo te veo, Jesús, desmadejado
bajo las hojas grises del olivo
viendo acercarse ya el definitivo
sacrificio por Ti tan esperado.
 
Y en tu rostro de lirio acorralado
el resplandor ambiguo y fugitivo
de un turbio amanecer dubitativo
pone un reguero de sudor helado
 
Yo sé que Tu, Señor, tuviste miedo
de beber aquel cáliz de amargura
que el Angel señalaba con su dedo,
 
y el recordar tu miedo me procura
las fuerzas, cuando pienso que no puedo
seguir hasta el final de mi andadura.

SER PARTE DE LA ORACION

Todo el mundo me lo decía. Ser cofrade de Jesús y portar La Oración en el Huerto es la mayor experiencia que puede tener un nazareno murciano. Y yo quería vivir ese sentimiento. Os voy a contar como lo logré.

En diciembre del año  2012 y debido a una ampliación del número de estantes de los pasos llamados “grandes” de la Cofradía de Jesús, recibí una llamada de mi buen amigo Antonio Jiménez, nazareno donde los haya. De casta le viene al galgo.

-“Pedro Zamora te va a llamar”
-“Escucha lo que te tiene que decir”.

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LA ORACIÓN, EL HOGAR

Los seres vivos somos capaces de identificar nuestra casa, nuestro hogar, gracias a diferentes sensaciones que nuestros sentidos captan. Algo que olemos, tocamos, vemos, oímos….alguna sensación interna que solo tú mismo comprendes…pueden ser muchas cosas o una sola, pero sabemos cuándo estamos en casa.

Desde la LLAMADA DE PEDRO (¿Os habéis fijado que todos hablamos de ella?) he experimentado unas sensaciones que me dicen que formo parte de un hogar. Cuando me dio la noticia, volvía del trabajo en coche y me alegré de no ir conduciendo porque mi cuerpo tembló. Mi primer pensamiento se fue hacia mi padre (q.e.p.d) porque pocas cosas le habrían enorgullecido más que la estampa de  sus hijos cargando juntos la Oración. Hace más de 30 años, papá, que nos metiste en vena “el morao”, hemos sido mayordomos y penitentes, y aquí nos tienes. Seguro que lo viste y lo disfrutaste. Luego llamé a mi hermano, compañero nuestro, y no se sorprendió porque Pedro ya le había adelantado la noticia, prohibiéndole decirme nada y ni una palabra soltó.

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MI PRIMERA EXPERIENCIA EN LA ORACION

¿Cuál fue tu primera experiencia en la Oración del Huerto?, en una palabra, maravillosa, pero la verdad, que mi experiencia es un conjunto de sensaciones, un cúmulo de vivencias y emociones que no se pueden explicar o resumir conceptualmente.

Mi experiencia en la Oración, empezó antes de la procesión, una tarde en la que Pedro Zamora me llamó para brindarme la oportunidad de salir el Viernes Santo,  a partir de ahí me sentí especial, como en una nube, desde entonces solo quería que llegase el 29 de Marzo, y desde esa tarde, empezaron aflorar distintos sentimientos, la convivencia, el bautizo, hicieron sentirme pequeño pero al mismo tiempo asombrado de la acogida que tuve, en ningún momento me sentí como el nuevo, parecía que me conocían de toda la vida, y sobre todo, me sorprendió como me daban instrucciones para prepararme para mi debut en “primera división”.

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ORACIÓN EN EL HUERTO. AÑO PRIMERO

Cuando me dispongo a escribir las primeras líneas en las que hablo acerca de mi primera experiencia como estante del trono de la oración, las ideas y sobre todo las emociones se me agolpan en la cabeza, todo lo vivido en las semanas previas y especialmente lo sentido en esa mañana radiante y primaveral en la que sentí sobre mis hombros el peso de la historia.
Sería imposible detallar cada anécdota ocurrida desde el momento en el que tuve constancia de que existía una posibilidad de cargar La Oración este año por los distintos motivos sucedidos,  igualmente se me vuelve presentar como una tarea irrealizable el hecho de poder  agradecer lo suficiente la ayuda prestada por las distintas personas que hicieron posible la experiencia vivida, no mencionaré nombres por temor a olvidar alguno en este artículo, pero ellos saben quiénes son, y lo enormemente agradecido que estoy.

Pero llega el momento de contar la experiencia en sí, y esta es, que para un joven católico, murciano y amante de sus tradiciones, hay pocas cosas que puedan suponer una mayor emoción que formar parte de la Semana Santa murciana y más aún ser miembro de La Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno, más aún si cabe, si desde que tengo uso de razón llevo viendo a mi padre mostrar el mayor respeto, cariño y devoción hacia esta procesión y lo que la rodea, inculcándome a mí de esta forma, la devoción por la Semana Santa y en especial por nuestro trono.  Y así he podido vivirlo yo, la seriedad, la rectitud y el buen hacer en esta procesión se respira en todo momento, no sólo desde la salida, sino  en las semana previas, con la comida, la preparación del trono, o en ese silencio en los instantes previos al comienzo, en los que cada cual tiene un momento para la reflexión y ser consciente de donde está, donde mi pensamiento iba hacia mis abuelos y en lo que ellos me dirían de haber podido estar, pero sobre todo hacia mi padre al que tenía a unos pocos metros y del que bajo su apariencia serena yo sabía que había una montaña de emoción al saberme a su lado en una experiencia tan importante para él.

Y así llegó la salida con el retumbar de la vara del cabo de andas y el redoblar de los tambores y con apenas unos pasos recorridos, me llama mi padre para el relevo fundiéndonos en un abrazo que jamás olvidaré, y metiéndome bajo el trono y sintiendo su peso,  supe que llegaba el momento, que lo vivido hasta ahora había sido un juego y que ahora debía  de cargar con todo lo que había en mí, por los compañeros y los cabos de andas, por mi Fe y por la historia de este trono, pero sobre todo por el orgullo de mi padre y así traté de hacerlo durante el recorrido de la procesión.
Y tras acabar la procesión y abrazarme con los compañeros y amigos, por encima del cansancio había una sensación de alegría y orgullo indescriptible excepto para aquellos que hayan sentido este bendito peso sobre sus hombros. Sin duda, es una experiencia que nunca olvidaré, y que espero poder repetir cuantas oportunidades tenga a lo largo de mi vida.
Francisco Javier Aliaga Pérez

YO TE VI

Ibas cansado, orgulloso,
alegre, ufano, contento....
que el Cristo que iba contigo,
el de la Oración del Huerto,
con su túnica morada
de color de nazareno,
expresa en "algo" tu orgullo
y en "mucho" tus sentimientos.

Tus manos han arreglado
esa Palmera, que rectos
sube sus grandes racimos
hasta perderse en el cielo.
Palmera que en Palestina
a Dios brindara sustento....

Tú lo llevas en tus hombros,
siempre dispuesto al esfuerzo,
tú lo ostentas por las calles
con santo recogimiento,
y cuando el paso está fuera
y al Angel miro "despierto",
si tú no haces comentarios,
yo, en cambio, si lo comento:
!!Ay del Apostol que duerme
como en la Oración del Huerto,
mientras Judas, el traidor,
vende al Divino Maestro!!

Yo te ví... te ví llevando
el trono con paso lento,
ibas sudoroso, acaso;
pero marchabas contento,
que el Cristo te daba fuerzas
recompensando tu esfuerzo,
mientras un respiro leve,
dabas al cansado cuerpo;
te ví al levantar la túnica,
las medias de nazareno
con bordados de repizco
luego también las enaguas
almidonadas con mimo,
marchando junto a la vara
y recostado en el "cepo";
te vi, parado en la calle,
junto a tu Cabo de Andas, y recibir el consejo;
te vi, cuando al niño dabas
brazadas de caramelos;
te vi agachar la cabeza
para penetrar al templo,
que el trono picaba en alto
y en él iba el Nazareno,
la obra genial de Salzillo,
el murciano imaginero.
. . . . . . . .
!Con doble satisfacción,
te vi regresar contento,
cansado, pero orgulloso
cuando volvías del templo!

(José Cervantes - 1 Abril de 1983)


(Esta poesía fue escrita por un malagueño enamorado de nuestra tierra y de nuestra Oración, y entregada en mano en la fecha de su terminación)

 

Y LLEGÓ EL MOMENTO

No llegué a conocer a mi bisabuela. Fue mi abuelo, quien cogió su relevo en la Cofradía, el que desató mi devoción por el Viernes Santo en especial y por la Oración en el Huerto en particular.

Hasta que las fuerzas le acompañaron en su vida, nunca abandonó el puesto de penitente que heredó de su madre; siempre con la misma ilusión, siempre con la misma alegría, siempre con la misma devoción,… Tras ellos le llegó el turno a mi padre, mis tíos y a mí.

La Oración en el Huerto está en el ADN de la familia, como diría Mendel, es parte de nuestra herencia genética y algo mío muy especial e íntimo.

Si algo recuerdo de las Semanas Santas de mi niñez son esos madrugones para poder coger una primera fila, más que difícil y codiciada, yendo de la mano de mi madre por las calles de Murcia antes del amanecer.

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La Naranja

No, no me lo contaron. Me sucedió a mí.

Amarraron las almohadillas temprano y, tras dar una descubierta por la privativa y rezarle cada uno a su Cada Cual, que hasta en eso cualquiera tiene sus preferencias, salieron todos a tomarse algo al bar de la esquina antes de la procesión.


-¡Pon regüeltos como para una comunión!- gritó Antón que, con su uno ochenta y cinco de estatura, cien kilos en canal y al que, con todos los arreos de un estante de Jesús puesto en faena y una sená como un preñe de ocho meses, solo le faltaba la barba que lucía para parecerse más a Solimán el Magnífico que al nazareno que era.

-Antoñico, hijo, que sabes que me cae el revuelto en ayunas como un tiro y que me va a dar una currencia que paqué a mitad de procesión. Anda, ponme a mí un café con leche y una madalena que se me templen las tripas un poquito, ¿vale?- le contestó él a sabiendas de que al final y para no llevarlo toda la carrera con la cantinela, iba a tomarse el maldito regüelto.

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