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Todo el mundo me lo decía. Ser cofrade de Jesús y portar La Oración en el Huerto es la mayor experiencia que puede tener un nazareno murciano. Y yo quería vivir ese sentimiento. Os voy a contar como lo logré.

En diciembre del año  2012 y debido a una ampliación del número de estantes de los pasos llamados “grandes” de la Cofradía de Jesús, recibí una llamada de mi buen amigo Antonio Jiménez, nazareno donde los haya. De casta le viene al galgo.

-“Pedro Zamora te va a llamar”
-“Escucha lo que te tiene que decir”.

En efecto, al día siguiente recibí una llamada de Pedro Zamora, cabo de andas de la Oración en el Huerto, el cual me ofreció de una forma directa y sin paliativos formar parte de la dotación de "la Perla de Salzillo", después de tanto tiempo en su lista de espera.
Nos vimos en un bar de Puente Tocinos llamado Mi Casica y compartiendo dos quintos de Agua de Espinardo, me contó la oportunidad única que me brindaba, ya que la ampliación de estantes le permitía ofrecerme un puesto en el paso. Esta seguridad era muy importante para mí ya que, hasta el año 2012, yo había portado sobre mis hombros uno de los pasos más pesados e impresionantes de la Semana Santa Murciana, El Lavatorio de González Moreno, de la procesión de Los Coloraos.
Hablando con honestidad, coincidimos que salir en las dos procesiones era del todo punto imposible, máxime si tenemos en cuenta la gran cantidad de actos que se viven con La Oración desde el mismo Miércoles Santo hasta que termina la procesión del Viernes Santo. En definitiva, tenía que elegir entre un paso u otro. Pedro me dijo que hasta que no fuera oficial me lo pensara tranquilamente.

Ante mí, se abrían unas semanas de gran angustia personal. Mientras que la razón me decía que era una oferta irrechazable, mi lealtad hacia los cabos de andas de El Lavatorio y el compromiso que había adquirido con mis compañeros estantes coloraos hacían que la decisión fuera la más difícil de cuantas he tomado en mi vida nazarena.
Sin embargo, con todo el mundo de mi entorno nazareno con quien consulté, me dijeron lo mismo. Cuando estés en la Iglesia de Jesús y te sientas parte de La Oración verás colmadas todas tus expectativas y verás como además de la razón, tu corazón se convertirá en morado.
Al fin tomé la decisión. Me imaginé a mi mismo dentro de 20 años como estante jubilado y pensé que mi vida nazarena sería mucho más plena habiendo cargado 14 procesiones El Lavatorio y otras 20 procesiones La Oración en el Huerto del Maestro Salzillo. Llamé a Pedro y le dije:
    - “Cuenta conmigo”.
    - “En lo que yo pueda estaré al servicio de La Oración.”

A partir de ese momento, se desbordó mi curiosidad. Yo quería experimentar el sentimiento de ser estante de la Oración. De ese orgullo. De esta tradición de más de 250 años. Quería experimentar esa experiencia mágica de la que todo el mundo me había hablado.

En la OraciónLlegó la Semana Santa y el jueves, antes del Viernes de Dolores, tuvimos la cena de estantes preparatoria de la procesión. En la misma es costumbre hacer el Bautizo de los nuevos estantes. Debido a que en mis años universitarios, pertenecí a la Muy Gloriosa Tuna de la Facultad de Derecho de Murcia y he hecho muchas novatadas y me han hecho no menos, lo consideraba un acto quizá “prescindible”.
Sin embargo, metidos en el ajo, me dí cuenta de que no era solo un momento baladí, frívolo e intrascendente. Realmente aquellos estantes, después de verte jurar respeto a las constituciones de la Cofradía  y a Nuestro Padre Jesús Nazareno, te daban una bienvenida real y calurosa. Una bienvenida a un grupo de gente elegida y especial. Te daban la bienvenida a la Historia.
Ya en miércoles Santo acompañe a los Zamora – Pedro Zamora padre, Pedro Zamora y Oscar Zamora- a buscar los dátiles para la palmera de la Oración.
Después cortamos la rama para montar el olivo del paso y durante todo el día estuvimos entrando y saliendo de la Iglesia de Jesús. Tuvimos oportunidad de ayudar a subir el San Juan a su paso así como La Santa Verónica.
Fue la primera vez en mi vida que entraba en el camarín de La Oración. Ver la imagen de esos apóstoles durmiendo, cada uno según su edad, la del Cristo rendido y aceptando su devenir y la del Ángel que tantas veces me había impresionado de pequeño, fue el inicio de ese sentimiento único del que me hablaban. Aún quedaba mucho más.
Recordé a mi abuelo Victorio, al que, aun a pesar de no haber sido nazareno, sin embargo, el paso de La Oración le despertaba sentimientos de murcianía y orgullo.
-“El paso de la Oración es el más bonito y el que más pesa, porque el monte es de piedra…”.
-“Paye, yo cuando sea mayor voy a cargar la Oración del Huerto” le contestaba yo.

El jueves santo fue un día agotador. A las 8 de la mañana, fuimos a cortar las palmas para la palmera y a las 9 horas, carajillo nazareno. El maridaje, un tanto extraño. Lo combinamos con dos platos de jamón serrano. Cayó.

A partir de entonces, en casa de Paco Solís, se iniciaba un verdadero día de hermandad. El día de las Migas. Con toda la familia, mi mujer María y mi “ley motive”, mi preciosa hija Martina, vivimos unos momentos de buena comida, de conectar aún más si cabe con mis nuevos compañeros (Nano, Pedro, Oscar, José Vicente, Antonio, José Ángel González, José Miguel, etc) así como de contar chascarrillos nazarenos.

De ahí a la Plaza de San Agustín. Como vivo en la Calle San Ginés, pegado a la plaza, tuve tiempo de subir y descansar un poco. Al bajar, ya estaban montando la Palmera. La gente se acercaba y se les invitaba a dátiles y mistela. Muchos de los que me conocían me decían:
¿Qué haces tú con los de la Oración?
¡Pues vas a vivir momentos inolvidables!.

Este año fue el primero en que el público en general pudo ver cómo se subía la palmera al Paso. Estando pegado al camarín, Pedro Zamora me hizo un gesto para que ayudara y de un salto me subí arriba. Desde allí, aparte de la ayuda, pude ver la escena en primera fila. Y sobre todo las caras de asombro y absoluto respeto del público que llenaba la Iglesia. La Oración estaba lista.

Viernes Santo.  A las 5 de la mañana y después de haber dormitado unas tres horas, despertándome cada media para mirar el reloj y ver que no había llegado el momento de levantarse, recibo un correo de mi cabo de Andas.
Pedro Zamora: "Buenos días. Disfruta a tope tu primera procesión morada."
Pensé: Este ha dormido menos que yo. Respondí: Gracias.
En esto que suena el timbre de la casa y era mi hermana Encarni que había dejado a su marido y sus cinco hijos para venir a mi casa a ayudarme a vestirme. Siempre me vistió de colorao a las 5 de la tarde y no iba a ser menos de morao aunque fuera las 5 de la madrugada.
Salir cargado de caramelos y vestido de nazareno de noche de tu casa, es una experiencia curiosa. Paramos en la churrería Las Vegas y me arreé un belmonte y unos buñuelos.
Y entré en la Iglesia.
Nunca me había parecido tan pequeña. Los pasos habían salido de sus camarines y la ocupaban en gran parte. Allí estaba La Oración. Majestuosa. Dominando la parte central de la Iglesia.
Me sorprendió ver a estantes de todos los pasos ya dentro de la Iglesia, aunque su paso saliese bastante más tarde. Nadie quiere perderse ese momento.
Me crucé con Jesús el de la Fonda Negra, cabo de andas del San Juan y me dijo:
- ¿Que haces tu aquí?
- Este año cargo por primera vez La Oración.-contesté.
- Pues te ha tocado la Lotería. Suerte.

Se hizo el silencio y suena el cerrojo de la puerta. Desgarrador. El cabo de andas de la Cena llama atención y se levanta la Cena. Ya nos vamos.
Todos se desean suerte. Se reza. Los que no somos titulares quedamos detrás del paso. Y sale La Oración a la calle. En la salida el paso se baja para evitar que la palmera pueda romperse y el esfuerzo de la varas y la pericia de los tarimas escondiéndose debajo del paso a escasos centímetros de llegar a la puerta es brutal.
Me veo superado por la emoción, gritándole a Benedicto que no bajara más, que ya salíamos. Y evidentemente paro de hablar al recuperar la cordura y ver que Oscar Zamora está ahí perfectamente para dichos menesteres. ¡Uff Menos mal que no me ha oído!.
Bestial la salida.
Y empiezan a desorbitarse las emociones. Me veo vestido de morao. En la puerta de Jesús. Y detrás de mi La Oración en el Huerto. ¿Un sueño? No una realidad.
Nada más doblar la primera curva, Antonio Jiménez ve a un conocido y me dice:
-¡Victorio entra¡.
 Para más inri justo delante y detrás de las sillas, se encuentra mi hermano Daniel – el más firme defensor de la idea de que yo estuviera allí esa mañana-. Bendito seas.
Y allí empiezo a sufrir y a disfrutar al mismo tiempo. En cada parada, miraba arriba y veía esa obra maestra y me decía: ¡ lo has conseguido Victorio!.
Ver la emoción de la gente. Esos aplausos ante el lento y cadencioso caminar de La Oración. Esa maestría en cada curva.  
Mayor aún la gratísima experiencia del total compañerismo. Allí no hay puestos fijos. Todos cargan por igual. El trabajo se reparte con total lógica y equidad y yo, que siempre estoy predispuesto para esos menesteres, me hincho a cargar.
En la carrera veo al cabo de andas de El Lavatorio, el cual además de darme un buen consejo, me desea toda la suerte del mundo.
- Gracias Paco- le contesto.
Mi mujer me sigue en gran parte de la carrera, con mi hija, así como mis hermanos.
En plena calle de San Nicolás, viendo la procesión está mi padre Daniel y mi madre Mari. Nos damos un abrazo y un beso y veo el orgullo en sus caras de que su hijo carga la Oración en el Huerto.
Y llegamos a la Iglesia , rendidos y alegres. Castigados y orgullosos.
Mis expectativas se habían colmado pero aún quedaba lo mejor….
De camino a casa, varias chicas me piden dátiles de los de la palmera y yo se los doy. Otros te miran y murmuran:
- Mira. Ese es estante de La Oración.
Incluso algunos nazarenos de otras procesiones, de los que no sabes el nombre pero sí el paso, te miran con envidia sana.
Pero en ese momento pasó algo increíble.
Se me acercó una anciana y me pidió unos dátiles. Yo le pregunté si sabía para qué servían los dátiles de la palmera de la Oración ya que me extrañó la solicitud por su edad.
Y me dijo:"Estos no son para eso. Son para mi hijo que está muy enfermo y sé que le harán bien".
Sin palabras, descolgué un racimo de dátiles del estante y se los dí y la buena mujer se centro enfrente de mí y con gran solemnidad se persignó como si yo fuera una imagen sagrada.
En ese momento lo sentí. Ese sentimiento que muchos me contaban. La Oración en el Huerto es el Paso de Murcia. La veneración por parte de los murcianos a este Paso trasciende lo imaginable y los estantes somos parte de ese Paso. Como si fuéramos una prolongación del mismo. Aquella mujer se persignó ante mí con la misma devoción que si hubiese estado en la Iglesia de Jesús ante el Paso. Yo era parte del Paso.
En ese momento, fue cuando lo sentí. Sentí lo que es SER PARTE DE LA ORACIÓN ….