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No llegué a conocer a mi bisabuela. Fue mi abuelo, quien cogió su relevo en la Cofradía, el que desató mi devoción por el Viernes Santo en especial y por la Oración en el Huerto en particular.

Hasta que las fuerzas le acompañaron en su vida, nunca abandonó el puesto de penitente que heredó de su madre; siempre con la misma ilusión, siempre con la misma alegría, siempre con la misma devoción,… Tras ellos le llegó el turno a mi padre, mis tíos y a mí.

La Oración en el Huerto está en el ADN de la familia, como diría Mendel, es parte de nuestra herencia genética y algo mío muy especial e íntimo.

Si algo recuerdo de las Semanas Santas de mi niñez son esos madrugones para poder coger una primera fila, más que difícil y codiciada, yendo de la mano de mi madre por las calles de Murcia antes del amanecer.

Siendo niño es inevitable vivir pendiente de los caramelos, de los nazarenos, pero era oir “¡aquí llega el segundo paso!” y la mirada se iba inevitablemente hacia arriba. La belleza escultórica del maestro Salzillo, el arreglo floral, y el buen hacer de generaciones de estantes, convierten a la Oración en el “santo y seña” de la Semana Santa murciana.

Siempre que me ha sido posible, durante todos los años de penitente en la Oración, he tratado de colocarme al final de la fila para poder darme la vuelta y ver el paso. No pasa un año sin que me impresione y emocione el verlo girar para encarar la calle de San Nicolás; en ese momento me olvidaba siempre de todo para poder girarme, y el sentimiento de orgullo por unos compañeros estantes que no conocía me inundaba escuchando los aplausos de la gente.

Eso hizo que se formara en mí un deseo: poder cargar algún año ese museo que generación tras generación les voy explicando a mis alumnos en el Colegio cuando ven una inmensa fotografía presidiendo mi aula.

Varios años después de tomarme un café con Pedro Zamora para poder entregarle mi solicitud y no permitiendo a la esperanza que se aleje, recibo la llamada de nuestro Cabo de Andas. Tengo que decir que estoy acostumbrado a hablar mucho en público, a impartir clases, a dar charlas de formación,… y no recuerdo ponerme tan nervioso de repente en una conversación… No soy capaz de recordar lo que le pude decir a Pedro, supongo que una verborrea incoherente nervioso-acelerada… pero sí que recuerdo que surgió ahí el Cabo de Andas que lleva dentro, dándome tranquilidad y recordándome mi condición de sustituto por este año… No importaba, desde ese momento sabía que iba ser Estante de Jesús, Estante de la Oración y que lo iba a disfrutar al máximo.

Desde fuera uno piensa que todo se limita al Viernes Santo, tened en cuenta que ha sido mi primera experiencia como Estante, salvo con 18 años que cargué el Resucitado, pero qué equivocado estaba…

Sin tener padrino, sin conocer a nadie, sin saber como sería aceptado por un grupo formado de muchos años, ¿cómo pasaría ese trago?… sin embargo, aquí empecé a conocer a un grupo humano increíble y el sentimiento de acogida me desbordó desde el principio.

He podido ver las pequeñas cosas que os hacen grandes: no entendía porque no se podía ir cargando la furgoneta para la convivencia hasta que llegase Nano… en cuanto llegó lo entendí a los treinta segundos; los millones de nudos que Oscar es capaz de hacer a la palmera y los dátiles, el acto solemne del bautizo; el buen ambiente, pero sobre todo, a pesar de las diferencias de generaciones y personalidades, cómo os cambia la expresión corporal, facial y el tono de voz al hablar de la Oración.

Haga lo que haga, escriba lo que escriba, yo no voy a ser capaz de manifestaros mi agradecimiento por esta Semana Santa tan especial de 2013.

“Quiero dormir… pero no puedo”, esa fue mi frase de la madrugada del Viernes Santo, como el sueño intranquilo de San Pedro, imposible que se me hiciera tarde…

Y llegó el gran día. Un cúmulo de emociones que empiezan desde el silencio, el respeto, la oración y los ánimos dentro de la iglesia de Jesús. Comienza una jornada inolvidable, y tan sólo unos minutos después, al final de la plaza de San Agustín, uno de los titulares me dice que entre… Mi primer pensamiento no fue para mí, sino para mi abuelo, con la fe, seguridad y creencia de su mirar lleno de orgullo desde el cielo. La emoción y mi primera oración fueron para él. Y desde ese momento, como el sueño de Santiago de la madurez, me tranquilicé y presté atención a todo lo que me rodeaba.

Desde que supe que saldría el Viernes Santo me obsesionaba una idea: “hazlo bien, que nadie pueda decir que no metes el hombro, ofrece tu ayuda, tu servicio, aprende…” y aquí tengo que agradecer a todos los compañeros sus consejos para encontrar la postura correcta y la forma adecuada de cargar esta maravilla.

Se suceden las calles y las emociones unas tras otras; Belluga, la Catedral, Santo Domingo, el Romea, la “chicane” de entrada a San Bartolomé (va por ti Padrino), la Plaza de las Flores y por fin la curva a San Nicolás… los pelos de punta, me sentí por último, como el sueño de San Juan, el sueño del abandono, de la confianza por el quehacer de los titulares y los Cabos de Andas. ¡Enhorabuena de corazón!

Se suceden las caras conocidas de personas a las que quieres, y la satisfacción de ver el rostro de orgullo de mi madre, de Clara y de mi tío José María… y qué decir de la alegría contagiosa de mis dos hijos al verme llegar por el Romea cargando el paso… gracias Olivares por permitírmelo, tu gesto me acompañará para siempre.

Pero lo mejor estaba por llegar, gracias también a Ángel Cerezo por dejarme cargar un pequeño momento el paso en la puerta de la iglesia de Jesús para que un penitente de la Oración pudiera verme con lágrimas en los ojos… ni mi padre ni yo lo olvidaremos nunca.

Sin duda el momento más especial se produce en la entrada. Intenté ir uno por uno a daros un abrazo, mientras trataba de contener mis sentimientos, simplemente como muestra de mi enorme agradecimiento a todos y cada uno de la familia de la Oración.

La sensación de formar por un año parte de un grupo como el vuestro, y vivir esta experiencia es algo que nunca olvidaré por el resto de mis días…

Aunque lo desee fervientemente, no sé si volveré a salir alguna vez más como Estante en la Oración. Como dice nuestra más querida cita bíblica, cuyas palabras he ido subrayando en este artículo (Mt 26, 36-46), será lo que tenga que ser. Pero el privilegio de haber cargado por lo menos una vez en la vida es algo que no está al alcance de todos los murcianos y que gracias a todos y cada uno de vosotros yo lo llevaré dentro de mí para siempre.

Eternamente agradecido.

Sergio Falgas Robles