Decía un cordobés insigne, Lucio Anneo Séneca: “hay cosas sin las cuales se puede vivir, pero sin ellas es preferible morir: la libertad, la vergüenza y la buena conciencia.”
Y en nuestras conciencias no descansaba el hecho de reconocer y agradecer un comportamiento que nos lleno de emoción y alegría.
Día 9 de abril del año 2004. Ocho de la mañana. En un rincón de Murcia solo hay caras serias, rostros malhumorados, sollozos y lagrimas cayendo por las mejillas.
En la Iglesia de Jesús (que de ese rincón murciano se trata) pintada esa mañana de morado, se respira un aire de tristeza, de pena, de resignación.
Ilusiones rotas. Todo son abrazos con el hermano cofrade, enjugando unos con otros esas lagrimas.
¿Y por que todo esto?. Se ha suspendido la procesión debido a que el agua que todos los murcianos durante el resto del año pedimos, ha acudido el único día que no debió caer.
Llega el momento del marchar, cada nazareno a su morada. Y he aquí que en la puerta de nuestra iglesia, un hombre que momentos antes tuvo que tomar una penosa decisión, quizá una de las más amargas de su vida, nos fue estrechando la mano uno a uno, confortándonos además con una leve sonrisa. No hacían falta palabras. Ese hombre era Rafael Cebrián Carrillo, Mayordomo-Presidente de la Cofradía. Ante ese gesto, repleto de amor, aquella mañana hasta Nuestro Padre Jesus Nazareno esbozó también una sonrisa complaciente.
Por ese motivo, y por las atenciones y generosidad mostradas siempre por su persona hacia nuestro grupo nazareno, así como de su afán diario por engrandecer a la Ilustre Cofradía de Jesús, acordamos por aclamación de todos los estantes, distinguirle en aquél año 2005 con este galardón.