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- Categoría: Historia
- Publicado: Miércoles, 11 Marzo 2009 18:27
- Escrito por Pedro Zamora García
El periodo de renovación emprendido por la Cofradía de Jesús a mediados del siglo XVIII tuvo su reflejo una vez más en el encargo a Salzillo (1754) del grupo de la ORACIÓN EN EL HUERTO. La Cofradía poseía un paso de esta iconografía desde los primeros años del siglo XVII, acaso porque esta escena debió de considerarse de gran importancia y que fue de las primeras en incorporarse al desfile con las Verónica y San Juan. Documentada su existencia, al menos, desde 1617 estaba compuesto el grupo por diversas imágenes de vestir, las apóstoles que acompañaron a Jesús al huerto de los Olivos y el propio Cristo.
Los estragos de la riada de San Calixto en 1651, que según consta en los registros llegó en la capilla de Jesús hasta 12 palmos, debieron ocasionar daños irreparables en las figuras destrozando la mayor parte de ellas y obligando a las necesarias reparaciones.
Es probable que esto ocurriera con este paso pues en 1664 la Cofradía se compromete con el gremio de hortelanos y labradores la salida del paso en la procesión.
Hasta 1754 estuvo saliendo esta antigua Oración en el Huerto sustituida ese año por la de Francisco Salzillo.
Las imágenes de vestir fueron sustituidas por las de talla mas costosas, financiadas por la propia cofradía invirtiendo una considerable suma.
Tal y como señalan los registros originales de la Cofradía, esta satisfizo las siguientes cantidades:
Jesús…………………………. 600 reales de vellón
El Angel……………………… 2000 “ “
Los tres Apóstoles………… 4500 “ “
Nube, varas y andas……… 400 “ “
A estos gastos hubo que añadir, por la compra de una túnica de terciopelo para el Cristo la cantidad de 7750 reales.
Por lo tanto, un nuevo encargo en 1754 ponía de relieve las cualidades del maestro para afrontar grandes composiciones. La Oración en el Huerto fue el primer “paso” llamado a sustituir al anticuado conjunto de vestir del siglo anterior. No se trataba sólo de renovar las viejas “insignias” de la Cofradía, sino también de cambiar su profundo significado simbólico. En esto residía la grandeza de la transformación emprendida de acuerdo con la nueva mentalidad de sus regidores.
Aparentemente el nuevo grupo reproducía a los protagonistas de Getsemaní en las actitudes narradas por los Evangelios. Salzíllo hizo algo mas. Compuso dos grupos de figuras con sentimientos contrapuestos. No está claro cual es el punto mas admirable, si la exactísima composición visual, en cuyo punto de fuga se alzan ambas figuras, o la genial alteración de situar al enviado celeste en el mismo plano que Cristo.
Si existe una obra, de entre la cuantiosa producción de Francisco Salzillo, que solo con ella, nos permitiera reconocer a un genio del arte, esta es sin duda el Paso de la Oración en el Huerto.
Dice el profesor Cuesta que, resulta frecuente que en la configuración de estos grupos escultóricos que, a lo largo del tiempo sufran modificaciones en su composición, distribución e incluso sustitución de figuras integrantes. En cambio la totalidad de los pasos ejecutados por Salzillo para la Cofradía de Jesús, han llegado a nuestros días, sin apenas modificaciones.
El insigne escultor, rompe con todos los cánones de la escultura a la hora de componer la escena de Getsemaní . Hasta entonces se representaba a Cristo confortado por el Ángel en primer término.
El coloca a los apóstoles en ese lugar y al fondo a Cristo, dando una sensación de lejanía, haciéndonos sentir de una manera sutil, el sentimiento de soledad y abandono de Cristo en momento tan doloroso.
Sin entrar en detalles puramente técnicos que ocuparían horas a personas expertas en el tema, se puede decir sin margen de error que, se trata de una obra que podría perfectamente, justificar un Museo creado para él.
No le resultó fácil al maestro llegar a encontrar el modo y la forma de distribuir a las diferentes figuras hasta llegar a lograr la maravilla que hizo.
Es este Paso, la perla de Salzillo. El modesto escultor decía que él no se acordaba de haberlo dibujado, y lo atribuía a favor e inspiración de lo alto: la imaginación popular hizo sobre ello una leyenda que, Díaz Cassou en su Pasionaria Murciana, relata con maestría:
Lo cierto que leyenda, ficción o realidad, a Salzillo le costó mucho dar con la forma de representar a su entera satisfacción, la escena evangélica en la que Jesús, aun siendo Dios, fue mas hombre que nunca.
Como resultado de todo ello, Salzillo nos dejó para nuestro deleite esta incomparable composición escultórica, en donde el juego de contrastes (pesada atmósfera de sopor en los durmientes; aire dramático en Cristo) tambien se traslada a las texturas corporales: luminosidad en el Angel, conseguida por medio de casaciones transparentes (lo que acentúa su mítica belleza) frente a la violácea efigie de Jesús, que cae a plomo, vencido por un destino que ni el mismo puede cambiar. Hay en él una mezcla de héroe de tragedia griega, victima de su propia grandeza, y de Redentor evangélico, consciente de su alta misión.